lunes, 30 de diciembre de 2013

  TRAUMATISMO CRANEAL DE 

MICHAEL SCHUMACHER



Toda la prensa nacional e internacional recoge hoy el grave accidente sufrido por el campeón mundial de formula 1 el alemán Michael Schumacher. Aunque los partes médicos, como ocurre en muchas ocasiones, solo aportan una escasa información sobre las lesiones y su situación clínica actual el análisis de las mismas no nos permite ser nada optimista.
Se informa que el piloto presentaba una hemorragia intracraneal de la cual fue intervenido quirúrgicamente, seguramente se trataba de un hematoma subdural agudo, una forma de hemorragia intracraneal traumática que tiene una mortalidad superior al 75% de los casos. Además el parte informa de la existencia de otras hemorragias y que estas afectan a los dos hemisferios cerebrales. esta situación es bastante común y con mucha frecuencia el cerebro, cuando sufre un impacto lateral en este caso en el lado derecho) es habitual que por un mecanismo denominado contragolpe, se lesione también en el hemisferio cerebral del otro lado.
Otro aspecto que nos habla de la gravedad extrema es el tipo de tratamiento que están aplicando. La inducción de un coma cerebral farmacológico (habitualmente con barbitúricos a grandes dosis) y el inducir hipotermia (es decir bajar la temperatura corporal) son dos medidas de tratamiento que únicamente se aplican cuando otros tratamientos menos intensos, no son efectivos. Su objetivo es proteger al cerebro del daño cerebral, sobre todo debido al aumento de la presión dentro del cráneo. No olvidemos que el cerebro, como cualquier otra parte de nuestro organismo, cuando sufre un golpe se edematiza (hincha) y no cabe dentro del cráneo, produciendo lo que se denomina hipertensión intracraneal, que si no se puede controlar conduce a la muerte del paciente.
Animo Michael

martes, 24 de diciembre de 2013

ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO

El pasado domingo, el diario de Santiago EL CORREO GALLEGO, publica un articulo del profesor José Carlos Bermejo titulado Mamá, quiero ser premio Nobel. En el mismo se vierten, algunas opiniones sobre el neurólogo Portugués Caetano Egas Moniz, premio Nobel de medicina en el año 1949 y del psiquiatra norteamericano Walter Freeman, por haber realizado numerosas lobotomias a mediados del siglo pasado.
En mi opinión personal el autor comete un error al tratar de juzgar los procedimiento quirúrgicos del pasado con los conocimientos actuales, y, como en un profesor de Historia cabría esperar, estos hechos u otros similares deben ser valorados dentro del contexto en el que se produjeron. Pues para poder entender la necesidad en su tiempo de estas técnicas quirúrgicas, debería meditarse sobre cuál era la situación de los pacientes con trastornos mentales, así como de otros tratamientos disponibles en aquel momento. ¿Sabe el autor cómo se trataba a los pacientes psiquiátricos en nuestro Hospital de Conxo a principios del siglo XX?
El doctor Caetano Egas Moniz fue premio Nobel de Medicina en 1949, y en palabras del comité sueco: "Por el valor de la leucotomía prefrontal en ciertas psicosis". El prestigioso profesor de Neurocirugía sueco Herber Olivecrona, por su parte, reseñó en su laudatio, refiriéndose a Egas Moniz, que "muchos de sus pacientes, en particular el conjunto de esquizofrénicos, conforman un grupo complicado, que constituye un peligro constante para las personas que los rodean. Considerando que todos los tratamientos empleados hasta la época han fallado, y se producen enormes recaídas, el descubrimiento de Egas para los tratamientos psiquiátricos es incuestionable".
Con relación a Walter Freeman estoy de acuerdo con el autor en que posiblemente se extralimitó en la selección de pacientes y en la forma de llevar a cabo las lobotomías. Pero no podemos olvidar que, cuando Freeman empezó a realizar los tratamientos en 1939, había en USA 480.000 camas psiquiátricas (un número superior a las médicas y quirúrgicas juntas), y se estimaba una necesidad de 700.000. Las enfermedades mentales afectaban al 20% de la población (el 17% de todos los jóvenes llamados a filas durante la II Guerra Mundial presentaba algún trastorno del comportamiento que los excluía del servicio militar). ¿Se puede imaginar cualquier otra enfermedad con esta prevalencia? Pero en una economía que había dejado atrás la depresión del 29, y que se encontraba en situación de guerra primero y de postguerra después, el coste de esta asistencia se calculaba en 1.500 millones de dólares anuales. ¿Cómo asumirlo?
El resultado de esta situación era que los pacientes permanecían encerrados en hospitales psiquiátricos o en domicilios particulares en condiciones infrahumanas. Le invito a ver nuevamente la película Alguien voló sobre el nido del cuco,donde Milos Forman nos presenta de forma soberbia la vida cotidiana en unos de estos centros, en el que se encuentra internado Randie McMurphy, un interno agresivo y pendenciero, magistralmente interpretado por Jack Nicholson. Los tratamientos para los pacientes psiquiátricos en ese momento consistían en la inducción de shocks, inyecciones de aguarrás, duchas heladas y sobre todo reclusiones permanentes. No se disponía de ningún fármaco que actuase sobre el sistema nervioso (el primero, la clorpromazina, no llegaría hasta 1955). ¿Qué hacer entonces?
En el año 1974 el Congreso de EE.UU. promovió una censura global a las técnicas de psicocirugía por considerarlas no éticas, nombrando tras ello una comisión para su estudio. Después de visitar e interrogar a decenas de enfermos y familiares que habían sido lobotomizados, no sólo no encontró motivos para prohibir la psicocirugía, sino que, al encontrar evidencia favorable de procedimientos más modernos y mejor controlados, sugirió que se hiciese una mayor y mejor investigación supervisada que permitiera definir las fronteras de estos procedimientos. Las palabras del doctor J. Kenneth Ryan, que actuó como presidente de la comisión senatorial, lo dicen todo: "Examinamos los datos y vimos que no soportaban nuestros prejuicios. Yo, el primero de todos, no esperaba favorecer la psicocirugía; pero pudimos demostrar cómo gente muy enferma había sido genuinamente ayudada por los procedimientos sin destruir sus inteligencias ni robarles sus sentimientos. Sus matrimonios están intactos. Pueden trabajar. La cirugía no debe ser prohibida".
Siguiendo los argumentos del profesor Bermejo podríamos criticar hoy con dureza a los cirujanos generales que hace solamente veinte años realizaban intervenciones con importantes mutilaciones gastro-duodenales para tratar la úlcera de estómago o de duodeno, cuando actualmente se curan totalmente con un tratamiento médico de 15 días. Mis colegas y yo mismo, que hace solamente unos años realizábamos amplias craneotomías para tratar aneurismas o tumores cerebrales, curamos actualmente estas dolencias mediante técnicas percutáneas o radiocirugía con una mínima estancia hospitalaria. ¿Podríamos autocensurarnos por ello?
Para concluir quisiera comentar que, actualmente, gracias a estas técnicas que tanto critica el autor, y otras que se fueron desarrollando en años sucesivos, hemos podido descubrir perfectamente los circuitos cerebrales del comportamiento y las emociones. Este conocimiento ha permitido introducir nuevos procedimientos terapéuticos para los trastornos del comportamiento con técnicas de estimulación cerebral profunda, mucho más eficaces, pero sobre todo menos agresivas y reversibles.